books-1140762_1920

Una ventaja que tienen los libros físicos sobre los dispositivos electrónicos, es el arte que podemos encontrar en una edición. Hace unos días me topé con una bonita edición de Viaje al Centro de la Tierra de Julio Verne. Es cierto que no se debe juzgar el libro por su portada pero, no sé si para ustedes, los libros decorados inspiran a la lectura como el arte religioso de una iglesia inspira a la oración. Creo que es una buena práctica hacerse de ediciones decoradas si tenemos niños en casa, a fin crear ese ambiente de misterio ante los nuevos mundos que descubrirán entre las páginas. El arte de decorar los libros llegó a tener su cumbre en ediciones como el Libro de Kells (que inspira una película animada al puro estilo de los manuscritos monásticos celtas El Secreto del Libro de Kells ) y en ciertos ámbitos todavía se cultiva este arte. Por ejemplo en 2010 se elaboró el Codex Pauli un libro editado al estilo de los antiguos códices monásticos a razón del bimilenario aniversario del natalicio de san Pablo. En nuestro caso no me refiero a esas ediciones exclusivas de coleccionistas, bibliotecas y museos. Me refiero a esas ediciones que pueden ser accesibles para el hombre de a pie, pero que cuidan sus formas y tienen arte en su edición. Es una forma de enseñar de que, en nuestro hacer, no solo es importante la eficacia y eficiencia. Un libro puede ser eficaz en transmitir una historia, idea, etc y muy eficiente en su edición: sin errores, a costos competitivos, distribución rápida y ultra rápida en caso de los formatos digitales. Pero les falta arte, esa firma personal que puede quedar en la memoria del niño o joven. Lo que nos recuerda que somos humanos es el arte.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.