En un mundo en el que predomina la creencia de que las ideas y formas de ver la vida no tiene mayor impacto, que el que podría tener entre elegir un helado de chocolate o de fresa es refrescante leer a autores como Camus. Y, aunque suene contradictorio, es refrescante leerlos aunque el tema de este libro sea sombrío. Es refrescante, porque pueden llevar las consecuencias de las ideas hasta su desenlace final.
El protagonista es Meursault, un tipo común y corriente pero cuya profunda concepción nihilista de la vida va llevándolo por situaciones van comprometiendolo. La indiferencia sobre las pequeñas cosas, indiferencia moral al ayudar a un vecino al humillar a su pareja, que va desembocando en insensibilidad ante la muerte de su madre y el amor de una mujer hasta verse implicado en un homicidio. Todo en total indiferencia, pero a medida que se va viendo comprometido sentimentalmente con la chica y con el proceso judicial los ve como problemas que le quitan su tranquilidad por lo que la posibilidad de la pena de muerte le suena indiferente. Es lo mismo morir ahora que dentro de 20 años.
Lo interesante y complejo, en Camus es que Meursault no miente. Nunca niega los hechos y rechaza usar los argumentos de su abogado. Es fiel a su verdad personal, convirtiéndose en un auténtico extranjero en la sociedad que le es ajena con sus leyes y normas.
Creo que esta magistral obra de Camus se puede compaginar y complementar con Crimen y Castigo de Dostoievski. El protagonista de Dostoeivsky busca justicia pero el protagonista de Camus es indiferente a ella, aunque las secuencia de hechos pudiera hacer creer lo contrario.
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