Esta historia, conocida básicamente por la película, con la que solo comparte el nombre y la idea de alguien que nace viejo y muere recién nacido, fue escrita por el norteamericano Francis Scott Fitzgerald en 1922 para una revista. La historia es realmente breve pero no pierde interés en ningún momento. Tal vez pueda permitirse alguna reflexión sobre cómo debemos vivir cada etapa de nuestra vida, las relaciones con nuestros familiares y que los extremos de la vida no suelen ser tan diferentes, ya que la necesidad de afecto siempre estará latente.